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El Arte de Vivir

Hoy en día, para algunos pocos, vivir se le asocia al consumismo y a la diversión. En contraste, para la grán mayoría, el vivir es solo sobrevivencia, en medio de los problemas económicos, de la incomunicación y el exceso o falta de trabajo.  La vida se vive tán de  prisa, que casi nadie percibe que la vida en sí, es un arte, es un don  maravilloso. Pero es preciso aprender a vivirla.

Cada diez generaciones, la humanidad debe aprender nuevamente el arte de vivir, si se pretende el progreso. Si el hombre se torna muy ingenioso como para aumentar las complejidades de la sociedad a paso más acelerado, habrá que aprender de nuevo el arte de vivir con mucha más frecuencia, tal vez en cada generación. Si la evolución del vivir no se mantiene al ritmo de la técnica de la existencia, la humanidad volverá a caer rápidamente en el simple impulso de vivir.

Desgraciadamente, este es el caso actual. La humanidad ha caído en el simple impulso de vivir y ha ignorado muchos de los valores. El consumismo obliga a trabajar muchísimo para poder conseguir todo lo que se nos ofrece. Es como una fiebre, devoradora,  exhaustiva, que nos priva de  tiempo para la comunicación con nuestros seres queridos.

Esto provoca un vacío interior, producido por la incomunicación dentro de la familia. Derivándose en casi todas las problemáticas sociales existentes. Tales como, el alcoholismo la drogadicción, las tendencias suicidas, los desordenes alimenticios etc. Todas ellas pretendiendo  sustituir a la soledad y a la falta de cariño y comprensión.  La gran mayoría de los padres, nos hemos convertido en buenos proveedores. Pero, la relación con nuestros seres queridos, en particular con nuestros hijos es decadente.  Vivimos en compañía, pero sin comunicación. Lo cual deriva en un sentimiento de profunda soledad.

Vivimos tiempos muy avanzados tecnológicamente, pero a su vez arrastran una tremenda inmadurez emocional y psicológica. La comida rápida ya es el pan de cada día. Todo se volvió rápido y sin grán trascendencia. Se vive tán de prisa, que no hay tiempo para detenerse y apreciar lo cotidiano. Como un amanecer, el canto de las aves por la mañana. O el rocío que aparece al amanecer en el jardín. Ni siquiera hay tiempo para ver el por qué del llanto de un niño. Se le calma dándole  algo que lo entretenga, sin pensar que tal vez solo llora para ser tomado en cuenta. Para hacer sentir su presencia.

Lo mismo le ocurre a los adolecentes. En ocasiones, quizás sea preferible ser castigado a ser ignorado. El joven se encuentra desorientado. No siente  a nadie cerca con quién pueda tratar sobre todo lo nuevo que está enfrentando a diario y que a veces puede ser muy confuso y hasta cruel. ¿Cómo entonces, esperamos que estos jóvenes sean la esperanza del futuro y que vivan una vida plena, productiva y funcional?

Existe una grán confusión en los seres humanos de cómo alcanzar la felicidad. Esta, no radica en el poder y  la riqueza, y el gozo tampoco surge de ella. La riqueza en sí, no es una maldición, pero una excesiva ambición o  amor a la riqueza, muchas veces conduce a vivir en constante decepción y amargura. Especialmente si nos comparamos con los demás  o  tratamos a toda costa  de pertenecer a algún grupo, muchas veces esto nos orilla a desear  bienes que nos parecen indispensables y quizás no los podemos alcanzar. Esto nos provoca un sentimiento de incapacidad y fracaso.

Es bueno tener metas y ambición, pero todo debe ser equilibrado. La ambición por alcanzar algo debe ser motivadora más no aniquiladora.

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Todo ser humano desde que tiene uso de razón, está llamado a buscar su felicidad. Tiene el derecho a libre albedrío. Es decir, el poder escoger, lo que lo lleve a ser feliz y a disfrutar plenamente de su vida a cada instante.

Para lograr esto, primero debemos comenzar por respetarnos, valorarnos y amarnos a sí mismos. Debemos enfocarnos en nuestra integridad como ser humano y en nuestro bienestar personal.

¿Cómo? Empesando, por transformar las rutinas que tienen que ver con nosotros a nivel personal. Enfocándonos, en cosas tán básicas, que se han convertido ya en costumbres. Las cuales, al realizarlas lo hacemos ya inconcientemente.

Un ejemplo muy sencillo. Al ducharnos, deberíamos de tomar conciencia de lo que estamos haciendo. Tratando a nuestro cuerpo con amor, honor, gratitud y  respeto. Después de todo, es este, el que nos permite realizar todo lo que nos proponemos. Al comer, de igual manera tomar conciencia de ello y disfrutar de cada bocado. Pués, es una ofrenda que haces a tu propio cuerpo.

Si lo hacemos cotidianamente, aprenderemos a amarnos, a valorarnos a apreciarnos y a dignificarnos. Y nunca más, nos rechazaremos. Pués poseeremos una esencia interior divina y humana, que se sacia solo con amor. Nunca más, te sentiras solo. Porque te satisfarás a tí mismo, con ese amor que emana de tí hacia el exterior.

Desde pequeños, se ha programado nuestra mente, para comportarnos socialmente de determinada manera. Si es que, queremos ser aceptados y reconocidos.

Se nos asignan obligaciones y responsabilidades que la mayoría de las veces tienen como fín, el complacer y satisfacer las metas y objetivos que los demás han formado para nosotros.

Conforme crecemos, también crecen esas obligaciones. Al punto, que ya no gozamos de tiempo para abarcar nuestros propios sueños. Nos sofocamos ante tantos roles decretados.

Llega un punto, en el que te das cuenta, que todas las funciones que debes desempeñar son a beneficio de los demás. Y si acaso, te atreves a realizar algo, de índole personal, terminas sintiendote egoista e injusto y lleno de remordimientos. Privandote de disfrutar plenamente de lo que hiciste. Pero entonces, ¿En dónde queda tu libertad?

En ocaciones, es preciso actuar a lo contrario, a lo que nuestra tendencia nos dicta. Por ejemplo, ¿Se te complica tomarte un día de la semana, para hacer lo que te gusta hacer ? ¿Esto te provoca un sentimiento de culpa. Ahora bién, ¿Harías trabajar a los demás seres queridos como te exiges hacerlo a tí mismo? ¿ Te cuesta trabajo comprarte algo para tí , y sin embargo no basilas, en comprarle a los demás? Esto, solo demuestra que tu auto estima está muy baja. No te sientes merecedor, porque crees que nada de lo que haces es suficiente.

La endoctrinación producida en tu mente, por parte de la sociedad, ha logrado que te alejes cada vez más de tu felicidad. Estas tán saturado con lo ajeno, que no te queda tiempo de disfrutar plenamente a nivel personal.

Entonces, ¿En dónde queda el derecho a la felicidad verdadera?

Como en todo, debe haber un equilibrio. Se debe mediar lo que te das, y lo que das a los demás. Puedes tener actos altruistas, pero todo debe ser en la justa medida. Y esto no significa que eres un ser egoista y desconsiderado.

La importancia de darnos un espacio propio, es porque si no lo haces, pierdes tu identidad. Pierdes tu quién soy yo, en el entorno de la vida.

Por otra parte, jamás vas a poder saciar las exigencias y espectativas de todos los que te rodean.No importa cuanto te relegues. Sin embargo, si te tomas tiempo para tí, combates el estrés, a la vez que rindes mucho más en tus mismas actividades. Supón, que en lugar de trabajar 6 horas hasta terminar o completar algo, trabajas 4 y te tomas las otras 2, cuando regreses vas a producir muchísimo más. Ya que estarás mucho más fresco y con más energía positiva.Es muy importante tomarte tiempo para tí, te lo mereces y debes recompensarte, sín ningún remordimiento.

Debemos tomar control, y reubicar el camino y las decisiones a tomar, para lograr sentirnos bién con nosotros mismos al igual que con los demás.  Con nuestras desiciones, debemos sentirnos felices, positivos y productivos. Si todos hicieramos lo mismo, comprenderiamos perfectamente la importancia de tener nuestra individualidad y de respetar las decisiones de los demás.

Por lo tanto, independientemente de las circunstancias que nos haya tocado vivir en nuestra vida, de nosotros depende unicamente el lograr nuestra felicidad. Empecemos por respetarnos así mismos, viviendo una vida positiva y digna. Y recuerden el tiempo es un recurso que no es remplasable así que, ¡ No lo desperdiciemos !

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En estos tiempos tan difíciles, con el desequilibrio económico global y con la incertidumbre del futuro, no parece factible el lograr vivir con serenidad y positivismo.  Por ello, la urgencia de que hagamos conciencia de el rumbo que están tomando nuestras vidas.

Es necesario hacer una pausa drástica.  Analisar y reconocer, la carencia de calidad, de vida emocional, que nos esta entrelazando.

El estrés, la ansiedad, las preocupaciones y la falta de control para solucionar tantas problemáticas que nos acogen, nos están arrojando a perder nuestra salud, tanto física, mental, como emocional. Todo en nombre de alcanzar el éxito de las metas trazadas.

Pero son estas, realmente impresindibles ? Hasta llegar al grado de poner en riesgo nuestra salud,  integridad, y en ocaciones, hasta llegar a perder el respeto por nosotros mismos?  Es algo, que deberiamos preguntarnos.

Cuando no podemos cubrir las espectativas que se esperan de nosotros, terminamos sintiendonos incapaces, ineptos y hasta fracasados. Nuestra auto estima decae. Al extremo de sentirnos devaluados. Entrando en una especie de infierno emocional.

Nos invade la enfermedad del temor. Estos miedos se manifiestan a través de la irritabilidad,  la tristeza,  la intolerancia, el odio, la hipocrecía. Provocando con todas estas emociones el continuo sufrimiento del ser humano, deteriorando así nuestra salud.

Nos sentimos tán mal, que terminamos poniendonos una máscara social para evitar que los demás nos vean tal como nos sentimos. Nos resulta muy dolorosa nuestra realidad.  Pero nosotros no podemos mentirnos a sí mismos. Así que, nos auto juzgamos y condenamos implacablemente.

No, nos perdonamos nuestras imperfecciones. Vivimos así nuestro propio infierno. En donde sufrimos, tenemos nuestros propios temores, nuestras propias guerras y nuestra propia violencia. Un lugar en donde, se juzga, hay injusticias, lugar lleno de predadores y de castigo.

Nacemos en esta sociedad, crecemos en ella y aprendemos a conducirnos como todos los demás. Actuando, compitiendo y comparandonos entre sí, constantemente.  Teniendo como parámetro del éxito, el poder y la adquisición de bienes materiales, que terminan por ser insuficientes.

Pero, realmente es esto, alcanzar el éxito en la vida?

Preguntémonos con franqueza, cuando fué la última vez que disfrutamos, nos divertimos y fuimos felices plenamente?

Nacemos con la capacidad de ser felices, de amar y de disfrutar.  Con el poder de crear, dirigir y elegir todo aquello que nos dé bienestar y nos lleve a alcanzar la paz y armonía con nuestro entorno.

Cabe tomar en cuenta que somos individuos y no podemos dar lo que no tenemos. Debemos empesar por echar un vistazo interior a nuestra auto estima. ¿Nos aceptamos, amamos y respetamos tal y como somos? Si la respuesta es no, no podremos encontrar la felicidad. Pués la verdadera felicidad emana de nuestro interior  Y nuestra verdadera naturaleza se basa en el amor, la felicidad  y la libertad.

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